martes, 24 de mayo de 2011

TRASTORNO DE CONDUCTA DESAFIANTE y "SÍNDROME DEL EMPERADOR"



GENERACIÓN DE NIÑOS CON TRASTORNO DESAFIANTE y DE OPOSICIÓN y
                                                      “SÍNDROME DEL EMPERADOR”

Las denuncias de padres contra hijos por maltrato, amenazas y violencia verbal, física y psicológica se han multiplicado por término medio y, en general, hasta ocho veces más en tan sólo cuatro años. Los hijos que insultan y golpean a sus progenitores sufren el denominado "síndrome del emperador". Este síndrome que muchos adolescentes padecen y bajo cuyos síntomas actúan comportándose como auténticos déspotas y tiranos, al igual que los emperadores de la Historia lo fueron con sus súbditos, es una conducta de cuya incidencia se conoce sólo "la punta del iceberg". Para la psicología actual, de esta perturbadora conducta o síndrome de los menores sólo se conoce una reducida parte de un complejo profundo y extenso problema.
El Síndrome del EMPERADOR
Por: Mª del Carmen Antón Boix, Abogado del Ilustre Colegio de Madrid.

¿Qué está pasando realmente? ¿Por qué cada día aumenta el número de niños con éste tipo de trastorno desafiante y de oposición y en su grado más severo el conocido Síndrome del Emperador?.

Entre ambos trastornos existen unas diferencias a tener en cuenta, que seguidamente se van a detallar:

El trastorno de oposición desafiante (TOD) se define por un patrón recurrente de conducta negativista, desafiante, desobediente y hostil dirigido a las figuras de autoridad. Si bien el TOD tiene una relevancia clínica importante, son relativamente pocos los conocimientos que tenemos, posiblemente debido a la falsa creencia de considerar este trastorno como una variante o una manifestación del trastorno de conducta (TC).

La conceptualización conductista parte de la idea de que la mala conducta es la consecuencia de prácticas parentales inadecuadas (inconsistentes, no contingentes). Por este motivo, el niño ha aprendido que la conducta oposicionista es eficaz para manipular a los adultos con el fin de que capitulen ante sus deseos.

Los programas de intervención desde una perspectiva conductista abarcan todos los contextos: familiar, escolar y del propio niño.

El Trastorno de conducta es un trastorno más grave caracterizado por un patrón repetitivo y persistente de conducta que comporta una violación de los derechos básicos de los demás, de las normas sociales o de las leyes. Aquí podríamos ubicar al “Síndrome del Emperador”. Para su diagnóstico se requiere la identificación de conductas ubicadas por lo menos en tres de los siguientes grupos:

  1. agresión a las personas o animales.
  2. conductas no agresivas que comportan destrucción de la propiedad.
  3. fraude o robo.
  4. violación grave de las normas.
Resulta preciso que dichas conductas comporten un desajuste social, académico o laboral.

Factores que determinan las conductas: 
    
Toda conducta está determinada por múltiples factores: los genéticos o hereditarios y los situacionales o del medio (ambientales). Los primeros se refieren a la conducta innata (instintiva) que existe desde el nacimiento; los segundos, a la conducta concreta que se da ante una determinada situación (aprendida). Durante mucho tiempo se pensó que gran parte de la conducta humana era instintiva: el individuo a lo largo de su vida llevaba consigo un repertorio de respuestas organizadas que se adecuaban a las diferentes situaciones. Hoy se sabe que a los instintos se superponen las respuestas aprendidas, y que la conducta instintiva es característica de las especies animales, aunque estas puedan también desarrollar pautas de conductas aprendidas.

Retomando el tema que nos ocupa, y desde la perspectiva ambiental, ¿qué nos están queriendo decir esos niños y/o adolescentes con éste tipo de conducta?. Estás y otras cuestiones se abordarán en éste artículo, cuyo objetivo es asesorar e informar a los Padres como afrontar los efectos negativos de las conductas transgresoras de alguno de sus hijos, sobre todo, en el período adolescente de éstos.

Si partimos de la concepción psico-ambiental, sin contemplar los factores genéticos,  en todo tipo de trastorno de la conducta de un niño,  subyace la manifestación de los conflictos no resueltos de sus progenitores o educadores, ¿a quién hemos de reeducar realmente?, ¿al niño, o a sus padres? La respuesta a ésta cuestión es obvia.  En éste sentido, se hace necesario un programa para reeducar y/o asesorar a los Padres – Una escuela de Padres donde se les indique como educar a los niños desafiantes, marcando muy claros los límites,  pues en la mayoría de los casos, los progenitores son los que fomentan la conducta de sus hijos, por no establecer “la autoridad”, entrando en un bucle de retroalimentación de dicha conducta.

No es fácil la educación ética moral de nuestros pequeños, nunca lo ha sido, pero tras los cambios sociales existentes en las últimas décadas, éstos han propiciado que los progenitores no tengan tiempo para educar a sus hijos. Además hemos de tener en cuenta que se ha pasado de una educación rígida, represiva y dogmática, a una educación excesivamente indulgente. Actualmente la familia ha evolucionado y la estructura familiar se ha modificado. Existen familias monoparentales, divorciadas, reestructuradas, etc.,…, y del mismo modo las funciones familiares también se han visto variadas: Los roles parentales se han diluido. La autoridad incuestionada que caracterizó en algún momento al modelo patriarcal del subsistema parental desapareció y ha sido reemplazada por el de una autoridad flexible y racional.

Es importante que los progenitores y educadores tengan claras sus competencias y obligaciones, respecto a la educación para con sus hijos; es fundamental que se den tu tiempo para transmitir a sus pequeños, normas de convivencia, valores como el respeto a los mayores, civismo, entre otros aspecto ético-morales,  dado que la escuela es un Estamento donde el niño tiene la oportunidad de sociabilizarse, y donde adquiere un desarrollo cognitivo que lo irá preparando para que forme parte del engranaje social establecido. 

Pero lamentablemente, por la razones que hemos mencionado anteriormente, y otras, como la genética, (temperamento), rasgos de personalidad, factores ambientales, a saber, podemos deducir que independientemente de la génesis causal,  éste síndrome se puede considerar (multifactorial), pero en su aspecto social/ambiental, existe una marcada tendencia donde la educación de las normas sociales se ha delegado única y exclusivamente a los maestros, es decir, a la Escuela, y ésta ha de ser una Institución donde su principal cometido sea impartir unos conocimientos culturales y contribuir y apoyar a los Padres en ésta labor, pero colaborar, no significa que sea competencia absoluta del Centro escolar, dado que los valores ético-morales y los temas de “conciencia”, tendrían que transmitirse principalmente dentro del seno familiar.  Este sería uno de los posibles desencadenantes, pero existen otros, no tan palpables, y por esa razón no se contemplan, ni suscitan tema de debate.  No obstante, en éste artículo se hará mención de un agente psico-espiritual, que a tenor de carecer de validez científica, nos invita a contemplarlo y reflexionar al respecto.

Sea cual sea la variable o variables que puedan propiciar una conducta desafiante, o el citado trastorno de conducta “Síndrome del Emperador”,  es evidente que si el niño transgrede las normas establecidas, las consecuencias pueden ser nefastas,  el sujeto, como es de esperar, no podrá desenvolverse con normalidad en su entorno, formando parte de un colectivo de exclusión social, fomentando o agravando conflictos psicológicos, que puedan derivar de dicha conducta.

Tal y como se puede vislumbrar, algo no está funcionando bien, la sociedad actual está repleta de síndromes y más síndromes. Estamos ante una sociedad “enferma”, psico-espiritualmente hablando, hay mucho que resolver, sobre todo en lo concerniente a los valores humanos, por esa razón se están generando alteraciones de conducta en los niños producto de una sociedad donde no tiene cabida la compasión, ni el amor al prójimo, donde impera el egoísmo.  Lo más alarmante de todo, es que los niños con “síndrome del emperador carecen de “CONCIENCIA”, no hay remordimientos cuando ejercen su rol de Emperadores, tiranizando a sus mayores, y a todos quienes les rodean.

El objetivo de esos niños es hacer su santa voluntad, sin importarles, ni las consecuencias, ni el sufrimiento de sus semejantes, no hay límites, ni moral, todo vale, ni sufren ni padecen, ante el dolor ajeno.

“Según Vicente Garrido  psicólogo criminalista y autor del libro “Los hijos tiranos. El síndrome del emperador”: “El elemento esencial del síndrome del emperador es la ausencia de conciencia. Son niños que genéticamente tienen mayor dificultad para percibir las emociones morales, para sentir empatía, compasión o responsabilidad, y como consecuencia tienen problemas para sentir culpa”. Añade que los rasgos de personalidad psicopáticos a tener en cuenta son: insensibilidad emocional, falta de conciencia, falta de empatía y ausencia de culpa. Asegura que:

"El sistema nervioso de estos chicos por alguna razón tiene problemas para aprender las lecciones morales, para sentir empatía, compasión o responsabilidad. Y, como consecuencia de esto, tienen problemas para sentir culpa, una reacción emocional que sólo puede existir sobre la base de que previamente me he vinculado con la gente

Podré fingir que lo lamento, pero en el interior a mí me da igual. Como consiguiente, hay una ausencia de conciencia". En su opinión estos chicos se creen con derecho a exigir y lograr –sea como sea-, lo que se les antoja cuando lleguen a la edad adulta serán hombres y mujeres violentos, agresores de sus parejas y acosadores de sus compañeros de trabajo, cuando no fracasados sociales o delincuentes.”


MÁS ALLÁ DE LAS MANIFESTACIONES


Se ha escrito mucho sobre el tema de “la Nueva Era”, y del despertar de la conciencia, seguramente se preguntaran… ¿que tiene que ver el tema que se está abordando en éste artículo, con el despertar de la conciencia?,  -pues bien -, aunque parezca que no haya ninguna relación, existe nexo entre ambas temáticas, que seguidamente vamos a tratar de manera objetiva, observando que es lo puede subyacer en el fondo, más que en la forma.

El término Nueva Era o New Age –utilizado durante la segunda mitad del siglo XX y principios de XXI- se refiere a la Era de Acuario y nace de la creencia astrológica de que el Sol pasa un periodo (era) por cada uno de los signos del zodiaco. Para las personas que creen en las influencias astrológicas, cada una de estas eras está marcada por cambios sociopolíticos muy significativos.

Según esta creencia, la Era de Acuario marcará un cambio en la conciencia del Ser humano y que ya se está empezando a notar. Las ideas reformuladas por sus partidarios suelen relacionarse con la exploración espiritual, la medicina holística, el misticismo. También se incluyen perspectivas generales en historia, religión, espiritualidad, medicina, estilos de vida y música.

Los defensores de la Nueva Era tienden a redefinir el vocabulario de distintos sistemas de creencias, lo que produce “energía”, “campos de energía” y varios términos tomados de la física cuántica y la psicología, situando con frecuencia a la Nueva Era en el terreno de las pseudociencias.

Sea cual sea las creencias de cada quien, el ser humano está evolucionando constantemente por lo que viene implícito cambiar patrones de pensamiento para trabajar nuestras emociones, nuestras pasiones,  para poder adaptarnos a éste cambio evolutivo que presumiblemente hemos de asumir. 

Volviendo a retomar el tema central de éste artículo, y desde una visión psico-espiritual, probablemente éstos niños están haciendo una importante labor, a pesar de su aparente falta de “CONCIENCIA”, su conducta está ayudando a sus padres a hacer esa evolución, para que modifiquen esos patrones mentales que ahora ya están obsoletos.

Podríamos apuntar, -volvemos a recordar, desde una perspectiva psico-espiritual- que la conducta de un niño desafiante, y en casos más extremos trastorno de conducta conocido como “Síndrome del Emperador, nos está enseñando que tenemos que trabajar nuestra “ecuanimidad”, actuando en su justa medida, así como aceptarnos y aceptar el reconocimiento de nuestros propios errores, desde el AMOR, con firmeza, y superar el dogmatismo y la negación ejercida por una educación rígida, sin necesidad de paliarla con demasiada indulgencia con nuestros hijos.  Existe un conflicto no resuelto parental en nosotros, y no, en nuestros adolescentes.

Como no está resuelto el conflicto esencial, sigue latente, -pero eso, si, muy velado por la educación recibida por nuestros Padres-, por ello se nos vuelve a repetir con nuestros hijos, poniéndonos a prueba y dándonos oportunidad de perdonar, de lo contrario, se nos vuelve a reproducir la misma historia, pero en está ocasión, la tiranía es ejercida por nuestros descendientes.

Desde un punto de vista positivo, nos invita a reformularnos cuestiones filosóficas, tomando, “Conciencia”, conciencia del resentimiento, y la necesidad de perdonar, viendo reflejado en la conducta del niño lo que precisamente no hemos de hacer. A partir de ésta concienciación, se podría superar el proceso de una conducta de ésta índole.

Siguiendo en la misma línea, si nos basamos en el criterio de que el ser humano está en constante evolución espiritual, no es de extrañar, que dichas conductas, vayan en aumento, pues seguimos repitiendo errores. Somos corresponsables de todo lo que nos acontece, pero parece ser que nos cuesta asumirlo.

Como ya hemos citado al principio de éste artículo, existen múltiples factores que podrían atribuirse a los desordenes de conducta infanto/juveniles, pero no debemos olvidar que el ser humano se constituye en una unidad bio-psico-social-espiritual; donde todos estos elementos interactúan y se manifiestan en cada una de sus conductas. No obstante, hacemos hincapié en el factor espiritual,  y desde éste aspecto,  podríamos encontrar una posible explicación pseodocientífica de la proliferación de ésta conducta, -la necesidad de crecer personal y espiritualmente- y por ello se nos presenta un fenómeno social que nos obliga a reflexionar y a cuestionarnos que es lo que no estamos haciendo bien.

A continuación vamos a tratar de exponer como comportarnos ante el citado trastorno de conducta, para mitigar sus manifestaciones.


Actitudes para tratar a niños con problemas de conducta.
                  
1.       Reconocer las virtudes de nuestros hijos y tratar de ignorar sus debilidades.
2.      Escuchar a nuestros hijos. Si deseamos que éstos nos escuchen, nosotros necesitamos aprender a cómo escucharlos.
3.      Ser amplio de criterio y justo. Si nosotros reconocemos lo mejor de nuestros hijos también hay que reconocer cuando ellos han hecho algo incorrecto en la escuela o en contra de la ley, de esa manera les estamos dando apoyo y mostrándoles honestidad.
4.       Mostrar a nuestros hijos que nosotros no culpamos a nadie cuando hacemos lo incorrecto o cuando las cosas van mal debido a la mala suerte.
5.      Mostrar a nuestros hijos cómo concentrarse en buscar soluciones en vez de encontrar a alguien a quién echarle la culpa.
6.      Tratar de estimularlos con nuestro ejemplo para que hagan lo correcto en vez de forzarlos a hacer lo correcto mediante presión y castigo.
7.      Dejar que nuestros sentimientos de malestar se calmen antes de conversar con nuestros hijos acerca de lo que han hecho mal.
8.      No pelear con nuestra pareja en una forma de que afecte a toda la familia y preocupe a los niños.
9.      Permitir a los niños hablar cuando están molestos sin que nos molestemos nosotros. Esto les ayudara a saber que uno puede enojarse y que, sin embargo, se puede conversar acerca de eso en una forma constructiva y segura.
10.   Establecer normas justas y consistentes para nuestros hijos.
11.    Establecer límites claros y mostrar que hay que obedecer a la autoridad con respeto.
12.   Dar pautas claras de civismo y conducta ético-morales.

En éstos 12 puntos se ven reflejadas pautas (actitudes) de seguridad, ecuanimidad y equidad con nosotros, y sobre todo, con nuestros hijos, a través del respeto, educando al niño para que pueda ser en un futuro inmediato, un ser humano que aplique la comprensión y el amor, en todo cuanto realice. Si llevamos a cabo una introspección de nuestros actos, estaremos trabajando el orgullo, y la soberbia, pilares fundamentales, en los que se han sustentado la mayoría de los conflictos intergeneracionales.

Hasta aquí, estas sugerencias pueden ayudar a tener una mejor relación con nuestros hijos, pero si aun persiste la conducta desafiante, entonces hay que recurrir a un profesional, pero no estaría de más preguntarnos y reflexionar que factor, o factores están manteniendo la conducta trasgresora del niño y/o adolescente.


Por último, quisiera manifestar que es lógica la alarma social que está suscitando el citado síndrome, y que por ende causa un gran “dolor” a esos Padres que no entienden lo que les está sucediendo, sin saber que hacer, donde el entramado social queda perplejo ante la proliferación de los mismos. En consecuencia, y desde distintas disciplinas, se están cuestionando debates de índole psico-filosóficos-espirituales, para hallar la respuesta a un fenómeno social que no deja de ser paradoxal, dentro de una sociedad avanzada y “civilizada”, en plena “Nueva Era”.


Todo ello nos invita a reflexionar y a meditar respecto a lo que se ha descrito en éste artículo, y para concluir, sugeriría a esos Padres un viaje introspectivo- mirarse así mismos, observándose y observando a sus hijos, para realizar un trabajo de crecimiento personal,  creciendo al unísono con ellos para dejar atrás los miedos y resentimientos, adquiriendo “conciencia” de ese aprendizaje para comprender que su hijo ha sido, o puede ser, un gran maestro en su proceso de vida.


Montserrat Guardia
Licenciada en Psicología
Colegiada nº 17.982.